¡Qué
insoportable es el sol! Todos los días se me olvidaba cerrar la persiana y cada
mañana de cada día el solo me daba en la cara siendo una molestia para seguir
durmiendo.
Tiré
las sabanas hacia mis pies y me levanté de un tirón.
-¡Aaaaaaaah!
¡Qué buen día hace hoy! – Dije con una sonrisa de oreja a oreja-
Me
encontraba mucho mejor y aquellas dichas heridas se estaban cicatrizando sin
ningún problema.
Al
principio pensé que sería un buen día, pero no fue así. Salí de casa después de
desayunar y darle un beso de buenos días a mí madre para ir al parque. Estando
allí vi como los niños pequeños correteaban libres y sin nada que les impidiera
que su felicidad se esfumara.
-¡Hola!
¿Puedo jugar con vosotros? – Les pregunté-
-¡Claro!
– Contestaron todos contentos-
-Ponte
en aquella esquina, tú la pagas –Dijo uno de ellos-
Fui
corriendo hacia la esquina y me puse a contar, al acabar vi a uno de ellos
detrás de un banco no muy lejano así que proseguí dirigiéndome hacia allí para
cogerlo. Al tenerlo delante y apunto de tenerlo entre mis brazos una mujer me
pego con un bolso en la cabeza.
-Pero…
¿Pero qué hace? – Le dije un poco molesto-
-¡Aléjate
de él! Chicos como tú no deben jugar con nuestros hijos, ¡Fuera! – Dijo muy molesta-
¿Qué
había hecho? Solo estaba jugando con esos niños y no hacía daño a nadie, pero,
por lo visto para esa mujer sí. Para evitar problemas me despedí de ellos y
marché con el rostro mirando hacia abajo disgustado puesto a que el día
comenzaba a no ser tan bueno como al despertarme.
Caminando
por la calle devuelta a casa porque no quería que pasase algo malo un rico
aroma entro por mi nariz inundando todo mi cuerpo y al girar en una esquina,
allí estaba, una de las mejores pastelerías en todo el pueblo. Se decía que su
receta contenía realmente amor y que con un solo mordisco de uno de los
pasteles, ibas a otro mundo inimaginable.
Y
al parecer en mis pantalones llevaba dinero así que decidí entrar a comprar
uno. Al estar allí dentro la gente que estaba sentada me observaba de arriba
abajo sin ningún disimulo despreciándome con sus miradas.
-Buenos
días – Dije con educación a la dependienta-
-¿Qué
quiere? – Me respondió con un tono un poco alto –
-Me
gustaría un bollo de caramelo relleno de chocolate
-Aquí
no hay de esos, por favor, vete.
No
sabía que decir, estaba viendo con mis propios ojos una mini pirámide en uno de
los escaparates con un cartelito de color verde con letras blancas que decía claramente
“bollos de caramelo rellenos de chocolate”.
-Pero…
Si los estoy viendo, por favor, quiero uno.
-No
hay para ti, ahora salga de este establecimiento si no quiere que llame a la policía
¿Qué
pasaba aquí? De un día a otro la gente estaba en mi contra, como si yo fuese
diferente a los demás y no tuviese nada en común con ellos.
Cada
vez me parecían más increíbles todos aquellos sucesos y no sabía cómo
responder.
Al
salir de la pastelería giré en uno de los callejones otra vez disgustado por la
injusticia, pero en ese mismo momento encontré a una chica joven y muy bella
que me llamó que prosiguió diciéndome:
-Toma,
pero no le digas a nadie que te lo he dado.
Y
en ese momento dejó caer en un envoltorio de papel un pastelito que a simple
vista parecía delicioso.
-Muchas
gracias – le dije muy agradecido-
-Anda,
vete, que como me pillen verás.
-De
acuerdo – dije asentando con la cabeza-
Salí
corriendo volviendo a girar aquella esquina con ese delicioso pastelito que me
llamaba pidiendo a gritos que le diera un mordisco y que disfrutara mi paladar
con ese sabor. Me senté en un banco no muy lejano y proseguí quitando el
envoltorio de papel y cogiendo el pastelito con mis dedos apunto de comérmelo.
¡Qué
bueno estaba! Nunca había probado algo semejante, mi paladar baila y pedía más
y más.
Al
acabármelo tiré el envoltorio en la papelera y al volver a casa, pasé por el
mismo parque que hacia un buen rato me habían echado y volví a ver a aquellos
niños correteando sin parar.
Para
que mentir… Tenía envidia de cada uno de ellos. Nadie les despreciaba, ni les
miraban con mala cara y mucho menos les hacían sentir diferente al resto del
mundo.
Continuará...
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