jueves, 15 de noviembre de 2012

Primavera - Segunda Parte



Aún sigues acaparando espacio de mi vida que nadie podrá hacer desaparecer. Seguiré luchando aunque tú hayas marchado, por que sé y aseguro que algún día volveremos a vernos y en ese caso seré yo quien te susurre al oído lo mucho que te quiero.

También hay que recordar nuestro pequeño viaje a Ibiza, tus piernas largas y esbeltas eran de admirar y tu vientre plano que a todos asombraba era más de lo mismo. Como olvidarte tumbada en la arena, con aquél bikini a rayas que te compré para aquella ocasión y que te quedaba más que fabuloso.

¿Sabes que más recuerdo? Aquellas tardes lluviosas, cuando no nos apetecía salir, tumbados en el sofá con aquella manta tejida por tu abuela, comiendo palomitas y viendo nuestra película favorita, Billy Elliot.

Y ponerme a pensar que durante toda aquella apasionante historia solo hubo un pequeño bache y que lo hubiésemos podido arreglar y superarlo juntos… Maldita tu cabezonería y poco empeño que tuve.

Era todo tan perfecto… Nunca imaginé que pudiese acabar de esta forma, que de un día para otro pudiera perderte sin poder hacer nada al respecto. Que una llamada inesperada un día cualquiera me hiciese bajar de aquella nube en la cual estaba tan a gusto.

Como olvidarlo, aquel tres de octubre de dos mil nueve,  estaba tan seguro de mí mismo, tan seguro de mi decisión. Era el único día de la semana que había salido el Sol y el hombre del tiempo había previsto un agradable clima, perfecto para dar un paseo por el parque y cenar a la luz de las velas en aquel restaurante que tanto te gustaba.

Me pase toda la tarde de floristería en floristería para poder comprarte los mejores y más perfectos tulipanes de la ciudad. Después, pasé por la joyería a buscar el anillo que tanto habías deseado desde tu infancia y que estaba dispuesto a darte aquella misma noche dentro de tu copa con un poco de champán.

Mi hermana estaba tan contenta de la noticia que no tardo ni medio minuto en contárselo a mi madre que te tenía en un pedestal. 

Llevada todo el día deseando verte, ansioso de pasar aquella noche que sería muy especial para los dos y recordaríamos durante toda nuestra vida, pero entonces sucedió. Tan solo faltaban dos horas para poder contemplar tu rostro en el otro lado de la mesa justo al lado de la ventana para que pudiésemos contemplar el mar y los barcos en el fondo navegando, cuando me llamó tu padre dándome la ingrata noticia. ¿Cómo no pude darme cuenta? Unos días antes se te veía apagada, como si no tuvieses fuerzas y después repentinamente te encontrabas mal y padecías de fiebre.

Cogí la chaqueta y las llaves del coche y salí de casa sin pensarlo dos veces, mi única dirección en aquel momento era ir inmediatamente al hospital donde comenzó una furia interminable entre el doctor que te atendía y yo por no dejarme pasar a visitarte y saber como estabas. Sus palabras para tranquilizarme eran las mismas que utilizaba con otros pacientes seguramente y pensando de esta forma no podía dejar de imaginarme en todo lo que te podía suceder y lo solo que podía quedarme si te perdía. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

*Intenta tener tu perfil habilitado o comentar como Nombre/URL u la opción OpenID para poder ver tu blog.

*Los insultos u otros pajaritos serán bien recibidos siempre que tengan un motivo y que éste, esté escrito en el comentario.