En aquél instante solo
deseaba que una hada madrina o un genio que saliese de una lámpara maravillosa
apareciese por arte de magia y me concediese pedir un único deseo: Poder
salvarte.
Maldigo el momento en que el
Doctor me hizo sentarme y pedirme un poco de paciencia, cuando me explicó que
llevabas desde hace un par de meses con
revisiones constantemente y de las cuales no había escuchado nunca hablar ni
salir de tu boca. Y entonces salió la única frase que no quería que saliese de
él: “Hay que operarla urgentemente”.
El mundo se me caía encima y
me parecía una pesadilla ya que la realidad era demasiado dura para tragármela
de golpe. ¿Qué podía hacer? Necesitaba verte, necesitaba darte al menos un beso
y un abrazo y decirte que fueses fuerte y no te rindieses, que al salir de
aquél lugar tan horrible, estaría esperándote con los brazos bien abiertos.
Ya no recuerdo los numerosos
cafés que me tomé por la ansiedad y lo nervioso y preocupado que estaba,
aquellas horas que trascurrían en el reloj eran interminables.
Y sucedió, algo dentro de mí
me hizo levantarme de aquella mesa en esa cafetería medio vacía y me hizo
correr sin rumbo y sin razón hacia una ventana de cristal donde al otro lado,
tú inconsciente estabas perdiendo la vida y llevándote la mía.
Perdí el control de mi
cuerpo, caí extendido al suelo gritando a los cuatro vientos por que tenía que
ocurrirte eso a ti mientras en mi cabeza pasaban múltiples cosas y motivos donde no le encontraba explicación
alguna. Y entonces, perdí el conocimiento.
Al despertarme, no reconocía
quien era, ni que hacía allí. Me levanté de aquella camilla y me dirigí hacía
el baño, me miré al espejo, que aspecto más horroroso. Mis ojos estaban rojos e
hinchados, mientras mi rostro era pálido. No me apetecía nada en aquel momento,
solo deseaba verte una vez más, sonreír ante ti y poder ver tu maravillosa
sonrisa. No hacía ni un día que habías marchado de mi lado y ya te echaba de
menos.
Me costó aceptarlo y era muy
triste no poder volver a aquella rutina que hacíamos juntos; Estuve una buena
temporada yendo al psicólogo para poder superar tu perdida, y siento mucho
haber faltado a tu entierro, no podía soportar verte de aquella manera y mucho
menos que fuese la última vez que te viese. Aun así, ahora voy a menudo a
explicarte mis penas y te dejo el mejor tulipán de la ciudad con una pequeña
carta diciéndote lo mucho que sigo queriéndote. ¿Y tu anillo? Lo conservo igual
que el mismo día que lo compre, en mi mesilla de noche, esperando que un día
pueda ser tuyo.
Sigo muy frustrado aún por
tu perdida, pero pienso en positivo y sé que volveré a verte algún día y que
cuando llegue, volveremos a estar juntos.
Fin.
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